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En México, de más de 232.000 personas privadas de libertad, 88.072 no han recibido sentencia, lo que significa que el 38% de los reclusos siguen siendo legalmente inocentes hasta que concluya su proceso judicial.
En México, de más de 232.000 personas privadas de libertad, 88.072 no han recibido sentencia, lo que significa que el 38% de los reclusos siguen siendo legalmente inocentes hasta que concluya su proceso judicial.

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En un giro sin precedentes para las elecciones mexicanas de 2024, más de 50,000 reclusos en prisión preventiva podrán ejercer su derecho al voto para elegir al próximo presidente del país. Esta decisión, resultado de una larga batalla legal encabezada por figuras como Guadalupe Gómez y Marcos Ruiz, marca un momento crucial en la historia de los derechos civiles en México.

La historia de Gómez y Ruiz, dos indígenas tzotziles detenidos injustamente y privados de sus derechos básicos, culminó en un fallo histórico del Tribunal Electoral en 2019 que ha redefinido el concepto de justicia y democracia en México. Desde entonces, el Instituto Nacional Electoral (INE) ha trabajado para garantizar que este nuevo segmento de la población pueda participar en el proceso democrático.

A pesar del avance significativo, no todos los estados han acatado la orden del tribunal. Veracruz y Yucatán, en particular, se han resistido a implementar estas medidas, citando preocupaciones de seguridad. Esta actitud ha sido objeto de críticas, especialmente cuando el gobernador de Veracruz cuestionó si individuos acusados de crímenes graves deberían tener derecho a votar, una postura que ha generado controversia y debate en todo el país.

Mientras tanto, estados como Hidalgo, Ciudad de México y Chiapas han incorporado el voto de los reclusos en su legislación, demostrando un compromiso con la expansión de derechos democráticos. La experiencia de votación piloto en 2021 mostró una participación impresionante del 95% entre los electores habilitados en cinco cárceles federales, un testimonio del deseo de los reclusos de participar en las decisiones que afectan su país.

El enfoque de México contrasta fuertemente con tendencias en otros países de la región, como El Salvador, donde se ha optado por medidas extremas de seguridad en las cárceles que han resultado en violaciones graves a los derechos humanos. En este contexto, la iniciativa mexicana no sólo restituye derechos básicos a una población marginada, sino que también ofrece un contrapeso a políticas más punitivas en la región.

Sin embargo, un obstáculo significativo permanece: casi la mitad de los reclusos elegibles no podrá votar debido a documentos de identificación caducados. El INE planea un proceso electoral similar al de los mexicanos en el extranjero, con votaciones anticipadas y sobres cerrados que serán abiertos el día de las elecciones, garantizando la integridad del voto.

Este cambio radical en la política electoral de México recalca un mensaje claro: la privación de libertad no debe implicar una privación de todos los demás derechos. Como señaló Ángela Guerrero de CEA-Justicia, la capacidad de los reclusos para influir en resultados electorales reñidos, como fue el caso en la elección de alcalde en Xochimilco, subraya la importancia de este derecho recién concedido.

Créditos:

– Artículo redactado por qrtvnoticias, utilizando inteligencia artificial para análisis profundo y reportaje detallado.

– Información basada en datos de EL PAÍS México y entrevistas con expertos en derechos civiles.

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Este hito en la democracia mexicana no sólo redefine quién puede votar, sino que también promueve una mayor inclusión y reflexión sobre cómo la justicia y la democracia pueden coexistir en un sistema que busca ser más equitativo y representativo.
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